domingo, 1 de mayo de 2011

Kisagotami

Cuentan que...
En tiempos de Buda, murió el único hijo de una mujer llamada Kisagotami.
Incapaz de soportar siquiera la idea de no volver a verlo, la mujer dejó el cadáver de su
hijo en su cama y durante muchos días lloró y lloró implorando a los dioses que le
permitieran morir a su vez.
Como no encontraba consuelo, empezó a correr de una persona a otra en busca de una
medicina que la ayudara a seguir viviendo sin su hijo o, de lo contrario, a morir como
él.
Le dijeron que Buda la tenía.
Kisagotami fue a ver a Buda, le rindió homenaje y preguntó:
-¿Puedes preparar una medicina que me sane este dolor o me mate para no sentirlo?
-Conozco esa medicina —contestó Buda—, pero para prepararla necesito ciertos
ingredientes.
-¿Qué ingredientes? —preguntó la mujer.
-El más importante es un vaso de vino casero —dijo Buda.
-Ahora mismo lo traigo —dijo Kisagotami.
Pero antes de que se marchase, Buda añadió;
-Necesito que el vino provenga de un hogar donde no haya muerto ningún niño,
cónyuge, padre o sirviente-.
La mujer asintió y, sin perder tiempo, recorrió el pueblo, casa por casa, pidiendo el vino.
Sin embargo, en cada una de las casas que visitó sucedió lo mismo. Todos estaban
dispuestos a regalarle el vino, pero al preguntar si había muerto alguien, ella encontró
que todos los hogares habían sido visitados por la muerte. En una vivienda había muerto
una hija, en otra un sirviente, en otras el marido o uno de los padres,
Kisagotami no pudo hallar un hogar donde no se hubiera experimentado el sufrimiento
de la muerte.
Al darse cuenta de que no estaba sola en su dolor, la madre se desprendió del cuerpo sin
vida de su hijo y fue a ver a Buda. Se arrodilló frente a él y le dijo:
-Gracias... Comprendí.

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